En 1920, Simón Negro
Juanvelz, así escribía él su nombre y apellidos, aportaba lo que
quizá era la primera publicación en que una parte significativa de las páginas
se exponían aspectos históricos y culturales de “Amescua” y Urbasa.
Había nacido en Zudaire
en 1886 y era sacerdote claretiano. Su objetivo era la creación de una cofradía
bajo la advocación del Beato Esteban de Zudaire, cuya biografía reconstruyó. Y,
como prólogo, reunió una pequeña serie de informaciones, de interés, aunque
inconexas, pero nunca antes agrupadas y menos publicadas, sobre este valle.
Aquel cuadernillo, que
recordarán los vecinos veteranos de Zudaire, con sus luces y sus sombras, y con un sesgo carlista a todas luces fuera de lugar, era novedoso. Y revelaba lo que un trabajo bastante
exhaustivo, con tiempo de dedicación, orden y buen criterio, podía dar de sí para conocer nuestro pasado desde dentro.
Han pasado más de cien
años y es bueno recordar aquel intento.
Lo cuento.
ateuroateirra
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