La
flor del endrino, Prunus spinosa, ya
se ha dejado ver en nuestro territorio, en altitudes superiores a los 800-900
metros, en Limitaciones de Améscoa y Urbasa. Y, además de la bella imagen que ofrece, ha sido siempre contemplada con
enorme respeto por todos los seres humanos que han vivido en contacto y
dependencia de la naturaleza.
Y ese
respeto, dicen, es debido a que nuestros antepasados pasaron de observar el blanco de
los últimos restos de nieve al blanco de los primeros capullos del endrino. En
definitiva, que abre el camino al cambio de estación y justifica el dicho del
epígrafe, «La flor del endrino abre el camino».
Por otro
lado, presenta un comportamiento aparentemente anómalo porque la flor precede a
la hoja en mostrarse y oí un dicho poco respetuoso con esta especie, pero que
recoge esa circunstancia «La endrina nace coja, antes la flor que la hoja».
Sobre este arbusto caducifolio de la familia de las rosáceas, que reúne otras muchas virtudes, entre ellas la de dar origen al patxaran, escribiré más en meses más acordes con su desarrollo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario