El Mojón, un grato ritual (I)
El ritual del mojón se
estableció como primer acto en el programa del Día del Valle, Ameskoako Eguna, en Améscoa, celebrado por
primera vez en 1994. Se trató de colocar un mojón nuevo junto a otro de los
antiguos en recuerdo de lo expresado en el mandato regio de Carlos III, rey de
Navarra, de 1411, de “moxonar y amugar lo que es nuestro y lo que es de los
amescoanos...”. Y eso se llevó a cabo, mediante el añadido de un nuevo
mojón, eso sí, en la proximidad de algún otro antiguo, y así recordar aquella
circunstancia en que que se obtiene el reconocimiento real de la propiedad, uso
y disfrute del conocido como Monte Limitaciones de las Améscoas. Y lo digo,
porque una cosa era tener derecho y tener razón, y otra, conseguir el
reconocimiento de ese derecho. No solo ante el rey, sino ante los ganaderos de
otras zonas de Navarra que deseaban gozar de libre paso y pasturaje a nuestros
rasos, tal como accedían en el estío al resto de pastos serranos que eran de
realengo en Urbasa.
Es pues un acto
simbólico a la vez que didáctico de una parte fundamental de nuestra historia,
del reconocimiento como parte integrante del territorio amescoano de esos 52 km²
“limitados” a lo que era propiedad del rey. De ahí que los mojones lleven una “L” de
“Limitaciones” en el lado amescoano y una “R” de “Real” en el lado que fue del
“realengo”.
Mejor, lo explico.
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