Un encuentro afortunado (1.984)

 

Un encuentro afortunado (18/08/84)

El dolmen de Larreandi

                                Imagen del posible dolmen de Larreandi (Julio 2012)

    En agosto de 1984, al regreso de un recorrido, en el tramo entre Ospezelaia y Lezarugi, cruzábamos el pequeño raso de Larreandi (no era la primera vez), cuando me aparté de una de las sendas habituales que lo bordean y advertí una ligera elevación en el centro producida por unas piedras de buen tamaño. Me recordaron dibujos que había visto sobre la disposición de las losas en algunos dólmenes y tracé un pequeño croquis en un paquete de tabaco que vacié previamente. 

No llevaba el cuadernillo habitual que me acompañaba en la mochila, pero sí el bolígrafo. Pensé, como es habitual en los novatos, en haber encontrado algo nuevo e interesante y en que debía comunicarlo. Supe por una llamada a la Sociedad de Ciencias Aranzadi (de la que era y soy socio) que Ignacio Barandiarán estaba en esas fechas precisamente alojado en Zudaire al frente de un equipo que trabajaba en la excavación de un yacimiento de Urbasa.

Fuimos a Zudaire y hablamos con Barandiarán. Yo le conocía de vista porque habíamos ido al mismo colegio, aunque él me llevaba seis años (los pequeños siempre recuerdan a los mayores). Le enseñé mi apunte y le conté lo observado. Quedamos para guiarle a verlo a la mañana siguiente.

Y si hablo de un encuentro afortunado no es por el dolmen, sino porque esa circunstancia nos permitió conocer a Ignacio Barandiarán y a Emilio Redondo. 

Lo explico.

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[1] Larreandi era el nombre que le daban en 1984 los pastores y ganaderos de la zona al raso en el que se halla el dolmen.

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