Yo creo que, en la
Prehistoria, el árbol empieza a ganarse el verdadero respeto de los hombres
cuando estos abandonan el nomadeo y adquieren asentamientos estables.
Es cuando los ven
como vecinos y no como presas de caza. Y es cuando entienden bien la función de
los árboles en la supervivencia humana: Alimentos, armas, herramientas,
combustibles, materiales de construcción, por no citar sino lo
más evidente, resultaban disponibles y renovados de forma
periódica, previsible y segura, además de no requerir de
cuidados o labores complementarias.
Sería irreal pensar
que la relación árbol-persona ha sido un modelo de armonía en nuestro valle, ni
siquiera en los primeros tiempos y que sólo en épocas próximas ha
resultado difícil mantener un adecuado equilibrio. No hay tal. La deforestación
de la tierra se inició ya hace miles de años. Y tenemos noticias de problemas
al respecto desde que existe documentación en nuestros archivos. Y sabemos de
abusos cometidos, propios y ajenos, y de medidas adoptadas, propias y ajenas. Y
algo podemos contar.
Pero esa intrahistoria es la nuestra y esa convivencia entre árboles y humanos que arranca en la Prehistoria sigue presente hoy.
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