Militar británico carlista ve así las Améscoas en 1835
Mikel Alberdi Sagardia
Fragmento del cuadro “Zumalacarregui and the Christino Spy". London, 1841. Autor: John Frederick Lewis. "Zumalacarregui y el espía cristino”. Zumalakarregi Museoa. Ormaiztegi.
En el se ve a Charles Frederick Henningsen, capitán de lanceros y ayudante personal del general carlista. Ambos asisten a un juicio de un espía cristino.
Esta es la descripción que hace de las Améscoas el aventurero y voluntario carlista británico Charles Frederick Henningsen, que luchó junto a Zumalacárregui durante un año y luego publicó su experiencia en la I Guerra Carlista en Londres en 1836. Su obra se tituló: Los hechos más impactantes de doce meses de campaña con Zumalacárregui en Navarra y las Provincias Vascongadas y tuvo un gran éxito, siendo traducido a varios idiomas.
“En el estrecho y alargado valle se levantan ocho o diez pequeñas y pobres aldeas, que producen, aproximadamente, lo suficiente para la alimentación de sus habitantes, con la excepción de garbanzos y lentejas, que son muy estimados en Navarra. Aquí, fuera del paso de toda carretera y separados del resto del mundo, aun de la parte menos civilizada de Navarra, los habitantes llevan (o, mejor dicho, llevaban, pues la guerra ha introducido tristes cambios en sus costumbres pacíficas) una vida completamente primitiva, alterada únicamente por los arrieros que iban a buscar vino a distritos más fértiles y por los cazadores que llevaban a Pamplona o Estella las cabezas de sus lobos para recibir el premio ofrecido por el Gobierno en tales casos. Una gran parte de la población masculina se dedicaba a la caza de estas fieras, peculiarmente destructoras en un país donde pace tanto ganado en completa libertad. Los habitantes pocas veces salían de sus aldeas hasta que ocurrió la muerte de Fernando VII, y entonces una gran simpatía por Don Carlos indujo a muchos de los jóvenes a alistarse bajo sus banderas. El resto de los habitantes, cuyos sentimientos en su favor, así como los de todos los navarros, se avivaron con la persecución, como el potro bajo el látigo, se convirtieron en partidarios tan entusiastas suyos, que aun aquellos cuya edad o cuyo sexo les incapacitaba para tomar las armas, parecían estar dispuestos a sacrificarle sus vidas, sus familias y sus casas.”
El autor de este grabado era amigo de Henningsen y lo dibujó detrás de
Zumalacárregui en esta escena de recreación.
Podéis conocer la apasionante biografía de este voluntario carlista en
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