No era nuestro valle el
único con ese problema, el de cien días festivos anuales, domingos incluidos, y por tanto, "de guardar", pero mal
de muchos solo es consuelo para los tontos y cada uno ha sufrido ese
problema, que ha durado siglos, con mejor o peor suerte.
El tercer mandamiento cristiano manda santificar las fiestas y honrar a Dios con obras de culto. Y parecía considerar, durante siglos, que para hacerlo adecuadamente, los creyentes debían abstenerse de realizar otras actividades que no fueran las de carácter estrictamente religioso o limitarlas al máximo.
Y no trabajar cien días al año significaba no obtener rendimientos en dinero o en especie en una tierra no especialmente fecunda. Porque no caía del cielo una nómina a fin de mes.
Y también dejar sin hacer tareas o desempeñar ocupaciones que dificilmente se podía entender desagradasen a Dios por ser domingo o festividad religiosa.
Y el tema se llevaba con mucha rigidez. Se incluía como primera cláusula en las ordenanzas, se denunciaban unos vecinos a otros, se multaban las transgresiones. Y así desde la Edad Media hasta el siglo XIX.
Y lo cuento.
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