El año 218 a.d.C. los
romanos llegan a la península Ibérica por la costa catalana y no tardan en
remontar el Ebro, que era navegable hasta Logroño. En el año 179 a.d.C. fundan
Graccurris (hoy Alfaro).
Quizá remontando
ríos, como ha sido habitual, desde Calagurris (hoy Calahorra), Ega arriba,
Urederra arriba, pisan por primera vez Améscoa.
Opinaba Julio Caro
Baroja que los nombres de Baquedano, Baríndano y Gollano pueden deberse a fundus romanos
que establecieron sobre poblaciones previas. Sea o no acertada su hipótesis,
los romanos están aquí mucho antes del año 1 de nuestra era.
Las lápidas de
Larraona, en la iglesia de San Cristóbal y en la ermita de la Blanca. La moneda
de Igarmina en Baríndano y la de la Barranca en Limitaciones.
La serie de hallazgos
de cerámica, metal y vidrio, de claro carácter doméstico, que prueban la
existencia de una vivienda en Limitaciones, descritas por Ignacio Barandiarán
Maestu[1].
Todo lo dicho son
pruebas irrefutables de que esa presencia se produce en nuestro valle en época
muy temprana, pero poco más que evidencias materiales podemos añadir al
respecto. Y nada de sus aportaciones culturales e históricas.
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