La caza, tras el
carroñeo, es la forma de procurarse alimentos de los primeros seres humanos en
la prehistoria.
Irá perdiendo
importancia como tal fuente, tras la domesticación y crianza de los herbívoros,
quedando como un complemento proteínico en el caso de la caza de aves, la “volatería”, de una parte, y o en algo mucho más importante, de otra, la "montería", un símbolo de poder.
De un lado, son los reyes y la nobleza los que practican esa actividad y deciden: quién puede hacerlo, en qué lugares, en qué épocas, con qué especies y con qué medios. Y llegan las armas de fuego y se populariza su uso.
Y los que practican ese “noble
arte de la caza” sin ser invitados, y son considerados por ello intrusos o furtivos, son las gentes del campo, que
viven en el medio rural y tienen fuertemente enraizado el hábito cinegético. Y cuando usan trampas, cepos y lazos se considera un “modo ruin” de
hacerlo y cuando usan arcabuces, mosquetes o escopetas, no
dan la talla como “personas de calidad y distinción” y no se les
permite.
Esa situación se prolongará hasta entrado el siglo XX y queda expuesta en la película "Tasio".
Para muestra de esa discriminación, unos datos de 1754.
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